Estocada de palabras con Pancho Villa

 

“Pancho Villa era un tipo soberbio con sus dientes amarillos.
     Me dijo apuntándome con la pistola “¿Eres el cónsul japonés? ¿Traes tus cartas credenciales?”. Pensé “¡Payaso estúpido!” y le dije: “no traigo nada de cartas credenciales” y a lo cual me contestó: “¡Entonces, lárgate!”. Entonces, le dije: “Los japoneses y mexicanos tenemos una relación muy estrecha. Vine porque quiero ser su amigo. No he venido como burócrata japonés ni nada de eso. Deseo que por favor me de garantía de la vida y propiedades de los japoneses”.


     Sin embargo, dijo no querer hablar más conmigo por no llevar cartas credenciales. Su secretario, quien había visto todo eso sintió lástima y me entregó una garantía de tránsito. La hizo a máquina y decía: “Otorgamos permiso de tránsito dentro de nuestro territorio al cónsul japonés”. Villa la firmó con una letra tan mala como la escrita por un niño.


     Mientras tanto, se extendió la noticia de que “había venido el señor Baba, cónsul japonés a negociar directamente con Villa”. Yo no me encontré con él como cónsul sino como un individuo por lo que fui regañado por el emisario Adachi cuando fui a comunicarle lo sucedido. Me reprendió fuertemente por “haber negociado con el ejército rebelde como cónsul japonés”.


     Adachi, burocráticamente, acabó por cancelar la solicitud de condecoración para mí. Pensé “¡Hágale como quiera!”. Él era una persona famosa quien más tarde se convertiría en juez en el Juzgado Internacional pero de cualquier modo, fui maltratado por él. ¡Tipo presumido!


     También me encontré con varios fusilamientos de mexicanos. Se les hacía formarse a lo largo de un muro de ladrillos, los soldados tomaban las armas y todos caían muertos junto con el tronar de las armas. Era algo que no se podía presenciar a menos que estuviera uno ebrio con media botella de whisky. Eso fue lo más duro y sufría pensando que tuviera que ser diplomático extranjero perpetuamente. No podía evitar el derramar lágrimas.
     En una ocasión, el tren en el cual viajaban tres japoneses fue “horneado” dentro de un túnel. El ejército rebelde fue quien le prendió fuego. Todos estaban carbonizados y no se sabía quién era quién. Como uno de los japoneses llevaba reloj de mesa lo reconocimos por ello, pero fue totalmente quemado dentro del tren.”  “La luna de México, la luna de Shinshu”.

 

 

 

Pie de foto: Baba Shoutoku (1882-1970) Después de graduarse de la Secundaria Matsumoto (actualmente Preparatoria Fukashi de Nagano), ingresó a la Escuela Superior de Comercio (actualmente Universidad Hitotsubashi), pero al padecer peritonitis se cambió a la Escuela de Lenguas Extranjeras de Tokio (actualmente Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio ).  En 1904, aprobó el examen de diplomático extranjero, en 1910 se trasladó a Chicago como estudiante de secretario del consulado. Desde enero de 1914 se le asignó la protección de los japoneses bajo la Revolución Mexicana.  En 1936, renunció al  Ministerio de Asuntos Exteriores y se hizo profesor de español en la Escuela de Lenguas Extranjeras. Falleció en Matsumoto en 1970. Tenía 88 años.

 

 

 

Pie de foto: La maleta de viaje propiedad de Baba Shoutoku

 


Nombre oficial: Tokyo University of Foreign Studies